El conflicto entre el estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tiene ya una historia de más de cincuenta años. Entre los daños provocados por esta guerra, encontramos el desplazamiento que, según el propio estado colombiano, puede rondar la cifra de los seis millones de personas.
La película “Operación E”, dirigida por Miguel Curtois en 2012, se basa en hechos reales. Cuenta la historia de una familia que sufre la violencia de los grupos paramilitares y la guerilla, incluyendo el intento de reclutamiento forzoso de dos de los hijos, en edad infantil. Pero el centro de la trama se sitúa en la imposición de cuidado del bebé de una secuestrada, Clara Rojas, por parte de las FARC.
Con la excelente interpretación de Luis Tosar en el papel de Crisanto Gómez, el filme muestra la debilidad del estado colombiano en las zonas de conflicto, así como la ineficiencia de instituciones como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar o la Procuraduría cuando la familia desplazada reclama de su protección. Un aparato estatal que sirve más a la guerra que a los intereses de los ciudadanos.
Un tema de gran interés que sugiere la película es el del fracaso de las políticas de colonización de la selva, impulsadas por los gobiernos colombianos desde los años 40. Crisanto Gómez y su familia representan a los miles de familias colombianas que llegaron a región amazónica animadas por el gobierno de la nación, con la perspectiva de obtener una gran riqueza. Pero lo que realmente se encuentran es la ausencia de estado y, por ende, la miseria y la fortaleza de los grupos armados. En ese sentido, dicho fracaso de las políticas de colonización es un factor que explica de esta guerra, que azota con intensidad regiones de colonización como Guaviare, Caquetá, Putumayo, Vichada, Guainía o Vaupés.
La película tiene un dramático final, con Crisanto Gómez condenado a seis años de prisión. Pero más grave aún es la realidad del presente: un juez de Villavicencio le ha condenado a 33 años. Una vez más, la realidad supera a la ficción.
La película tiene un dramático final, con Crisanto Gómez condenado a seis años de prisión. Pero más grave aún es la realidad del presente: un juez de Villavicencio le ha condenado a 33 años. Una vez más, la realidad supera a la ficción.
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