domingo, 26 de noviembre de 2017

VII CONGRESO IBEROAMERICANO DE INVESTIGACIÓN CUALITATIVA

Como hemos hecho con otras ediciones,
Cartel CIAIQ 2018
informamos de la próxima edición del CIAIQ . Se celebrará del 10 al 13 de Julio de 2018 en Brasil, en la Universidad de Fortaleza. El encuentro reúne a profesionales dedicados a la investigación cualitativa procedentes de Latinoamérica, España y Portugal.

En esta ocasión, las actividades se dividen en Talleres y Paneles de Discusión. El plazo para la propuesta de los primeros termina el 7 de Enero próximo, mientras que para el caso de los segundos, la fecha última es el 14 de Enero. La inscripción para el evento termina el 30 de Abril.

En cuanto a los campos de aplicación, se distingue cuatro de ellos: el educativo, el de la salud, el de las ciencias sociales y el de la Ingeniería y la Tecnología. Por lo que respecta a este último campo, los estudios de usabilidad, contexto web y herramientas informáticas, son destacados como temáticas prioritarias.

Podéis encontrar más información en la página del evento

lunes, 20 de noviembre de 2017

ESTADO DEL BIENESTAR: FAMILIA, ESTADO Y MERCADO

Como hemos venido 
Imagen de una escuelaseñalando en las
 anteriores entradas, en “Los Tres  mundos del Estado del Bienestar (1993), Esping-Andersen plantea la ciudadanía social como la idea central del Estado del Bienestar (EB). Además, señala tres elementos para su comprensión:

a)  La desmercantilización: calidad de los derechos sociales.
b)  La estratificación social.

c)  La relación existente entre el Estado, el mercado y la familia.

En esta oportunidad nos detendremos brevemente en el tercer nivel de análisis: la relación entre Estado, mercado y familia.

Antes de la sociedad moderna, la política social se orientaba a un mundo que no estaba completamente mercantilizado. Así en la Edad Media lo que decidía la capacidad de una persona para sobrevivir no era el contrato laboral, sino el señor, la familia o la iglesia. En la sociedad moderna emergen como constructos sociales el estado y el mercado, perviviendo la familia como institución proveedora de protecciones sociales, en unos estados del bienestar más que en otros.

Esping-Endersen señala que el EB no puede ser entendido sólo en términos de los derechos que concede; se debe considerar también cómo las actividades del Estado están entrelazadas en la provisión social con las del papel de la familia y el mercado.

Richard Titmus (1958) define el estado del bienestar residual para referirse a la asunción de responsabilidad del estado, cuando la familia o el mercado fallan. En este sentido, procura limitar sus obligaciones a los grupos sociales más excluidos o necesitados.

Este tipo de EB suele ser típico de estados liberales, para los cuales la inseguridad y en principio la pobreza no sería culpa del sistema, sino consecuencia de una falta de previsión y de ahorro del individuo. Los lisiados, los enfermos y los viejos están obligados a depender de la familia, lo que, a su vez, limita la capacidad de la familia para ofrecer al mercado su trabajo. En buena parte de los casos, bajo el dogma liberal, los sujetos se ven forzados a acudir en busca de solidaridad a todas las instituciones precapitalistas de ayuda social, como son la familia, la iglesia y la comunidad. La obligación pública empieza en donde falla la familia y el mercado.

Mientras, el EB basado en un sistema universalista, está dirigido a toda la población, promueve la igualdad de estatus como una alternativa a la ayuda a los que se comprueba que no tienen medios a la seguridad social corporativista. Todos los ciudadanos están dotados de derechos similares, con independencia de su clase o de su posición en el mercado. Busca construir la solidaridad por encima de las clases. Aunque de facto supone una estructura de clases peculiar. La gran mayoría de la población es considerada como “gente sencilla”, para la cual un modesto, aunque igualitario subsidio, puede ser suficiente. Esto promueve un dualismo involuntario, porque las personas con capacidad adquisitiva se dirigen a los seguros privados y a la negociación de beneficios adicionales a través de las luchas gremiales. Es así como “Los pobres confían en el Estado y el resto en el mercado”, son los casos de Canadá o Gran Bretaña.

Según Esping-Endersen, la alternativa es buscar una síntesis de universalismo y de adecuación fuera del mercado, tal como en ese momento era el caso de Suecia y Noruega.

El Estado incorpora a las nuevas clases medias dentro de un confortante segundo nivel, universalmente inclusivo, con una disposición de seguros relacionados con los ingresos por encima del igualitario impuesto proporcional. Si bien, introduce la desigualdad de prestaciones al garantizar subsidios adaptados a las expectativas, pero, efectivamente, bloquea al mercado.

La política se dirige tanto al mercado como a la familia tradicional. Pero a diferencia modelo corporativista, no espera hasta que se agote la capacidad de ayuda familiar, sino busca socializar prioritariamente los costes de la familia. El ideal es no maximizar la dependencia del individuo respecto a la familia, sino brindar apoyos institucionales para que el individuo gane independencia.

Por ejemplo, el EB suministra las prestaciones directamente a los niños y se responsabiliza directamente del cuidado de éstos, de los mayores y de los más necesitados. Una pesada carga de servicios sociales se compromete a atender las necesidades de la familia y a permitir que las mujeres puedan elegir entre permanecer en casa cuidando de los hijos o vincularse al trabajo.

Este tipo de EB se caracteriza por ser una fusión de bienestar social y trabajo. El Estado está obligado a garantizar el pleno empleo pues sus políticas sociales dependen de este logro. En este sentido, para mantener este Estado debe colocar como principal propósito el derecho al trabajo. Para lo cual se requiere un grado de consenso político para garantizar un apoyo amplio por los elevados impuestos que el estado del bienestar demanda. De esta manera brinda una amplitud de derechos sociales, asociados a prestaciones sociales como la de desempleo –sin mayores obstáculos de entrada y extensos procesos de permanencia, sobre la base de ayudas económicas dignas-.

No debería confundirse con la erradicación total del trabajo como mercancía. Ese concepto se refiere más bien al grado en el que los individuos o las familias pueden mantener un nivel de vida socialmente aceptable. Cuando el trabajo se aproxima a la libre elección más que a la necesidad, la desmercantilización puede llegar a la desproletarización (1993:60).

En contraste con el liberalismo, el propósito es maximizar e institucionalizar los derechos para con ello orientar la política hacia la desproletarización del estatus del trabajador; de tal forma que el trabajo empiece a ser similar al que han disfrutado durante décadas estratos vistos como privilegiados como los funcionarios.

Bajo las categorías propuestas por Esping-Endersen, la crisis económica, acompañada de políticas neoliberales, ha supuesto el debilitamiento del EB en algunos países europeos, con el traspaso de responsabilidad social a las familias; ante la configuración de un mercado en donde la precarización y flexibilidad laboral hacen de los individuos sujetos frágiles, tanto dentro como fuera del mercado.


BIBLIOGRAFÍA

Esping-Andersen, Gösta (1993) Los Tres mundos del Estado de Bienestar, Edicions Alfons el Magnánim, Valencia.

Titmus, R. (1958) Essays on “the welfare state”. London: Allen & Unwin.

domingo, 12 de noviembre de 2017

ESTADO DEL BIENESTAR Y ESTRATIFICACIÓN SOCIAL

Como ya señalamos en la entrada anterior, bajo el marco analítico presentado por
Dualismo en el estado del bienestar
Esping-Andersen, la ciudadanía social constituye la idea central del Estado del Bienestar (EB). Ahora vamos a centrarnos en el concepto de la estratificación social.

El autor (1993) se pregunta: ¿Disminuirá la relevancia de las clases sociales con la ampliación de la ciudadanía social? ¿Puede el Estado del bienestar transformar fundamentalmente la sociedad capitalista?

Esping-Endersen señala que, además de ser un mecanismo que interviene en la estructura de desigualdad y, probablemente, la corrige; es, además, un sistema estratificador en sí mismo, una fuerza activa en el ordenamiento de las relaciones sociales. En este sentido, el concepto de ciudadanía significa también eso mismo: el status de que alguien como ciudadano competirá o, incluso, reemplazará a su posición de clase.

Se supone que la política de bienestar aborda los problemas de la estratificación, pero también los produce. El EB “puede proporcionar servicios y seguridad de ingresos, pero también es, y siempre lo ha sido, un sistema de estratificación social. Los EB son instituciones clave en la estructuración de las clases y del orden social. Ayudan a determinar la articulación de la solidaridad social, las divisiones de clase y la diferencia de estatus” (19-81). Por ejemplo, a través del sistema educativo, el cual no sólo afecta las posibilidades de movilidad de los individuos, sino que transforma las estructuras de clase como un todo. Mediante la organización de los servicios sociales, a través de la generación de políticas de discriminación positiva para ciertos colectivos (mujeres, personas mayores sin vínculos previos con el mercado, etc.).

Por ejemplo, el EB en algunos países da privilegios a los empleados; mientras en otros, en donde predomina el modelo de Asistencia Social o una visión liberal del EB, basada en políticas restrictivas de ingreso, y apoyada en mínimos sociales, desencadena en un dualismo social y en una estigmatización de quienes hacen uso de los servicios sociales. Brinda un servicio de mínimos a quienes se encuentran en situación de precariedad, a la vez que promueve la protección privada para los más afortunados. Si se combinan las diversas propuestas liberales se puede obtener: a) un grupo en lo más bajo que confía ante todo en la ayuda estigmatizadora; b) en el medio integrado predominantemente por clientes de los seguros sociales; c) un grupo privilegiado que es capaz de obtener su principal protección social del mercado.

En la siguiente entrada veremos el vínculo entre familia/Estado/Mercado, a la luz del mismo autor.


BIBLIOGRAFÍA

Esping-Andersen, Gösta (1993) Los Tres mundos del Estado de Bienestar. Valencia: Edicions Alfons el Magnánim.

domingo, 5 de noviembre de 2017

DESMERCANTILIZACIÓN DEL ESTADO DEL BIENESTAR EN ESPING-ANDERSEN

Fotografía del sociólogo danésEl libro de Esping-Andersen “Los Tres mundos del Estado del Bienestar” se ha convertido en un clásico para los estudiosos del estado del bienestar (EB).

Esping-Andersen plantea la necesidad de darle contenido a la idea de Marshall respecto a que la ciudadanía social constituye la categoría central para la comprensión de un estado del bienestar. Sobre todo debe implicar la concesión a los derechos sociales el estatus legal y práctico de inviolables.

Si bien, no existe un modelo puro de EB, los criterios esenciales para definirlo son:

  • La desmercantilización: calidad de los derechos sociales.
  • La estratificación social
  • La relación existente entre el estado, el mercado y la familia.
En esta oportunidad nos detendremos en el concepto de desmercantilización.

Según Esping-Endersen, la característica más importante del EB es la ampliación de los derechos sociales -la política social-. En este sentido, el monto del gasto social no necesariamente es la mejor expresión del Estado del Bienestar. Inspirado en Polanyi, considera los derechos sociales como el camino para la desmercantilización de los trabajadores.

Una definición mínima del EB, significa que los ciudadanos pueden decidir libremente y sin potencial pérdida del empleo, de los ingresos, de la seguridad social, dejar de trabajar cuando lo consideren necesario. En este sentido, el criterio relevante para la comprensión de la desmercantilización es en qué medida los derechos sociales permiten a los individuos contar con una vida digna, independientemente de la pura fuerza del mercado, es decir, en qué medida contribuyen a disminuir el estatus de los ciudadanos como mercancías. Por tanto, la desmercantilización se produce cuando se genera un servicio como un asunto de DERECHO y cuando una persona puede vivir dignamente sin depender del mercado.

Las prestaciones por desempleo, por enfermedad, por invalidez, por embarazo, por jubilación, por ejemplo, han supuesto procesos de desmercantilización.

Según Esping-Andersen, para analizar en qué medida hay una alta desmercantilización de las personas, habría que considerar los siguientes aspectos:

1) Las normas para ser beneficiario y las restricciones sobre los derechos sociales. Puede considerarse que un programa tiene un potencial desmercantilizador mayor si el acceso es fácil y si se garantizan los derechos a un nivel de vida adecuado sin tener en cuenta los empleos que se han tenido anteriormente, el rendimiento, la comprobación de las necesidades o las cotizaciones.

2) La salida. Si los programas sólo proporcionan subsidios de duración limitada, su capacidad para la desmercantilización se reduce claramente.

3) El alcance de los derechos. Si los derechos sociales no están asociados a la mercantilización del trabajo –a su vínculo laboral presente y/o pasado- si no a la condición de ciudadanía o de residente durante determinado tiempo. Por ejemplo, si el acceso a la seguridad social no está mediado por el vínculo con el mercado; al igual que la obtención de una renta por invalidez, vejez, enfermedad, entre otras.

Aunque no existen modelos puros de EB, el autor plantea tres modelos de seguridad social (Esping-Andersen, 1993:70-72):

Predomina la Asistencia Social: basado en la comprobación de medios de vida y de los ingresos que se tienen. Cuenta con poco poder desmercantilizador a pesar de que los derechos no están vinculados al comportamiento laboral como una necesidad manifiesta. Sin embargo, la comprobación de las necesidades y los subsidios escasos sirven para reducir el efecto desmercantilizador. El resultado es el fortalecimiento del mercado puesto que aquellos que cuentan con medios económicos acudirán a éste, contratarán planes privados de protección social; mientras los pobres, los que fracasan en el mercado, acudirán a ellos.

Seguridad Social Estatal Obligatoria: con derechos reconocidos bastante amplios, pero no asegura la desmercantilización en la medida en que es un modelo basado en el rendimiento en el trabajo cuyos derechos dependen del vínculo con el mercado laboral y de las aportaciones financieras, y generalmente están sujetas a la lógica del actuarialismo. El individuo tiene un derecho personal de naturaleza contractual, por ello deja de lado a aquellos que no están o no han estado vinculados al mercado.

Por ejemplo, Alemania fue pionera pero apenas ha aportado a la desmercatilización, pues los casi todos los ciudadanos dependen de la aportaciones, y por tanto, del trabajo y el empleo.

El tipo Beveridge de subsidios a los ciudadanos puede aparecer como desmercantilizador. Ofrece un subsidio básico e igual para todos, independientemente de sus actividades, aportaciones y rendimiento previo. Es un sistema más solidario pero rara vez tales esquemas han sido capaces de ofrecer subsidios de tal nivel que provean a los beneficiarios de una alternativa real al trabajo.

Esping-Andersen señala en su libro que los modelos desmercantilizadores son pocos y recientes; habría que añadir que en los últimos años se han debilitado con las políticas neoliberales, a las cuales no han escapado los países que en el momento del estudio del autor aparecían como modelos de EB. Es el caso en los años 60 y 70 de países como Noruega, cuyos subsidios se igualaron casi hasta llegar a los salarios normales, sin que las personas tuvieran mayores obstáculos de entrada y salida para acceder a los mismos. La desmercantilización ha supuesto dejar a los sujetos a expensas del mercado o transferir la responsabilidad de éstos nuevamente a las familas.

En la próxima entrada hablaremos de la estratificación social y del empleo, dos categorías fundamentales para comprender el Estado del Bienestar, en términos de Esping- Endersen.


BIBLIOGRAFÍA

Esping-Andersen, Gösta (1993) Los Tres mundos del Estado del Bienestar. Valencia: Edicions Alfons el Magnánim.