Disciplinamiento durante la pandemia |
En Vigilar y Castigar (2002), Foucault realiza un relato sobre las medidas que se adoptaron a finales del siglo XVIII, cuando se decretaba la peste en una ciudad. Veamos algunas de ellas, las cuales en tiempos de COVID-19 no nos parecen ajenas:
- Estricta división espacial: cierre de la ciudad y del “terruño”. Prohibición de dejar salir de la zona a todos los habitantes, bajo la pena de pérdida de la vida, además del sacrificio de todos los animales errantes.
- Cada calle queda bajo la autoridad de un síndico, quien cierra personalmente las casas y queda con las llaves, las cuales son entregadas al intendente, quién a su vez las conserva hasta el fin de la cuarentena.
- Cada familia debe haber realizado sus provisiones. En cuanto al pan y el vino son provistos a través de canales de madera. Así mismo, para la carne y el pescado son abastecidos a través de poleas y cestas, garantizando el confinamiento total.
- Únicamente transitan por las poblaciones los síndicos, los soldados y uno que otro cuervo que sobrevuela alrededor de las casas infectadas y de los cadáveres. “Cada cual está pegado a su puesto. Y si se mueve, le va en ello la vida, contagio o castigo” (2002:199).
- Diariamente el síndico pasa revista casa por casa, llama a cada miembro de la familia por su nombre, para tener control sobre el avance de la peste y determinar si hay un ocultamiento de algún enfermo o muerto. Es una revista diaria de los vivos, de los enfermos y de los muertos.
- La mirada está en movimiento permanente, controla la totalidad de las calles y rincones, para contener la peste y vigilar todo tipo de desórdenes, latrocinios y saqueos.
- El control está soportado por registros permanentes: nombre, edad, sexo, realizados por los síndicos, quienes reportan a los intendentes y regidores o alcaldes. Una estructura piramidal y burocrática, que ejerce autoridad sobre los cuidados médicos. Médicos asignados despejando el espacio de todo aquel que no haya sido autorizado, como cuidanderos y sacerdotes.
- Los registros patológicos son constantes y centralizados. El ámbito de lo privado y la relación de cada cual con su enfermedad y su muerte sobreviene por los dispositivos del poder.
Todo esto se configura como un dispositivo disciplinario: espacios cerrados, vigilados, en donde los movimientos de todos los sujetos se hayan controlados. La forma como vivencian el miedo, la enfermedad y la muerte está registrada. Al igual que la distribución de los vivos, enfermos y muertos está controlada por una jerarquía disciplinaria. Es la penetración del reglamento hasta los detalles más finos de la existencia, apoyado en una jerarquía para asegurar el funcionamiento capilar del poder.
Como Foucault señala, la ciudad apestada está habitada por la inspección, la vigilancia y la jerarquía; está inmovilizada por el funcionamiento de un poder extensivo, un poder permanente que se ejerce sobre los cuerpos individuales; es la utopía de la ciudad perfectamente gobernada. La cristalización en su máxima expresión del poder disciplinario, legitimado por el miedo que abraza los cuerpos y las mentes de los sujetos. Es también el espacio para cambiar las reglas del juego de la sociedad y la pérdida de derechos; pero tal vez lo más angustioso es su normalización.
Este relato maravilloso pero espeluznante no nos es ajeno en el momento actual. Por ello, en próximas entradas ahondaremos más en el disciplinamiento basado en dispositivos panópticos que permitió a Foucault comprender el proceso de disciplinamiento de la sociedad moderna.
BIBLIOGRAFÍA
Foucault, Michel, 2002, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo veintiuno Editores.
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