Miras y Caballero-Calvo (2020) analizan el concepto de identidad desde una perspectiva multidimensional. Si bien la raíz latina del concepto de identidad significa “lo mismo”, transmitiendo la idea de igualdad; los estudios lo abordan desde la esfera personal –atributos personales- y la grupal, asociada a la pertenencia a grupos.
Por su parte, Durkheim remite la identidad a la “conciencia colectiva”; mientras Weber lo hace con la “conciencia de comunidad”.
Sobczyk et al. definen la identidad personal como:
El conjunto de puntos de referencia vinculados entre sí, construidos socialmente y cambiantes en cuanto a su significado y relevancia, que sirven para la auto-definición personal, estableciendo una relación entre el individuo y las demás personas y orientando potencialmente el comportamiento. En cada momento dado la identidad está formada por puntos de referencia de baja y de alta relevancia social (2020: 205).En este sentido se distancian de posiciones esencialistas que abordan la identidad como marcas indelebles tatuadas en los sujetos, que los proveen de atributos imborrables, las cuales se traducen en formas de ser, actuar, valorar e interpretar el mundo, sin considerar la esfera situacional, la trayectoria vital, ni los recursos de poder, por ejemplo.
Categorías identitarias vinculadas, entre otras, con la edad, el género, la profesión, la religión o la nacionalidad. La inclusión de los individuos en una categoría se traduce en la exclusión de otros, asociándose con frecuencia con la distribución desigual de recursos económicos, prestigio social o un diferenciado acceso al poder.
Retomando a Goffman (2001) señalan que la identidad puede ser profundamente situacional, en la medida en que las categorías identitarias se asocian con expectativas en cuanto a la conducta. En la cotidianidad frecuentemente actuamos, muchas veces de manera improvisada, intentando ajustarnos al imaginario asociado a nuestras diversas pertenencias.
Las categorías identitarias colectivas, es decir, aquellas que sirven para crear la idea del grupo, pueden ser construidas internamente y externamente. Por ejemplo, describen el caso del genocidio de Ruanda de 1994, que se apoyó sobre la construcción, desde el poder, de una diferenciación étnica, cuando las fronteras sociales anteriores eran, sobre todo, regionales y sociales.
Destacan la necesidad de abordar la esfera del poder para comprender cómo emergen categorías identitarias colectivas sobre la base de la construcción de fronteras sociales, por ello habría que indagar “quién hace” y “quién padece” las categorías identitarias existentes (Olmos, 2009).
Los procesos de categorización, muchos de ellos binarios, están vinculados estrechamente con las desigualdades sociales. La atribución de juicios de valor en torno a la diferencia se cristalizan en jerarquías. La definición del “otro” como un sujeto con déficit puede servir para legitimar su discriminación y el trato preferencial para los miembros del endogrupo. Los “otros” son un reflejo invertido de “nosotros”, en el sentido de que lo que es bueno en nosotros falta en ellos.
Para distanciarse de un antiesencialismo analítico respecto a la identidad, Sobczyk et al. proponen abordarla en cinco líneas de análisis: 1) diversidad intragrupal; 2) transformaciones de las pautas socio-culturales en el tiempo; 3) la habitual falta de relación entre las etiquetas existentes y la realidad social; 4) el peso de la discriminación en la emergencia de algunos rasgos distintivos; y 5) la excesiva consideración de rasgos culturales por encima de los de índole política y económica.
Hoy por hoy urge reflexionar sobre la identidad, no desde una perspectiva esencialista, pero tampoco deconstruyéndola en su totalidad, es decir, negando su existencia. Las identidades, y con ellas los nacionalismos, están siendo alimentadas desde el campo político, desde las esferas de poder, para legitimar la exclusión del otro, para reforzar el origen común, las mismas ideas, pero sobre todo la existencia de un enemigo común. Además, las categorías binarias construidas y legalizadas desde los ámbitos gubernamentales soportan estos discursos: masculino/femenino; nacional/extranjero; regular/irregular, cuando no ilegales; terroristas, etc. Es necesario pensar las identidades desde una perspectiva multidimensional en la medida en que la vida cotidiana de los sujetos discurre en una diversidad de redes sociales, que los sitúan en contextos diversos de interacción, aprendizaje, reflexión, reafirmación pero también de cambio.
BIBLIOGRAFÍA
Goffman, E.. La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu, 2001.
Hale, H. Explaining ethnicity. Comparative Political Studies, v. 37, n. 4, p. 458-485, 2004.
Olmos, A. La población inmigrante extranjera y la construcción de la diferencia: discursos de alteridad en el sistema educativo andaluz. Granada: Universidad de Granada, 2009.
Sobczyk, R., Soriano-Miras, R. y Caballero-Calvo, A. 2020. Procesos de identificación y construcción: desafíos del antiesencialismo analítico. Sociologías, Porto Alegre, año 22, n. 54, mayo-agosto, pág. 202-229.
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