El marketing político puede definirse como la actividad
encaminada a implementar acciones con fines políticos, ya sea en favor de partidos, grupos de opinión, colectivos, empresas, etc. Uno de sus primeros campos de actuación fueron las campañas electorales, aunque su uso se ha ido extendiendo más allá de las mismas.
El uso y la extensión del marketing político entraña algunos inconvenientes para la democracia. Sánchez Murillo se refiere al riesgo de personalización de la política, la crisis de credibilidad y representación de los partidos políticos, la disminución del debate de ideas y programas de gobierno, o incluso la posibilidad de una reconfiguración de la legitimidad de acuerdo a una visión particular de los actores políticos (2005).
La cuestión de la personalización de la política es desarrollada por Axford y Huggins, en referencia a que el marketing político ha ido convirtiendo a los políticos (y no los partidos) en los principales actores de la batalla, dependiendo cada vez menos de las estructuras organizativas y cada vez más de expertos en la materia (2002).
En general, podría decirse que esta nueva praxis de la política convierte lo político en un mercado. A lo señalado anteriormente, iremos añadiendo a en futuras entradas del blog otras consecuencias del auge del marketing político, tales como la espiral de moderación o las aparentemente contradictorias acciones encaminadas a fortalecer opciones rivales que pueden debilitar a contrincantes más directos.
BIBLIOGRAFÍA
Axford, B. y Huggins, R. (2002) Political marketing and Aestheticism of Politics: Modern Politics and Postmodern Trends. En N. J. O’Shaughnessy, S. C. M. Hennerberg (eds.), The Idea of Political Marketing, London: Praeger.
Sánchez Murillo, L.F. (2005) El marketing político y sus consecuencias para la democracia. En: Nueva época, Núm. 4, julio-diciembre, pp 11-38.
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