martes, 6 de enero de 2015

MEDA: TRABAJO, ECONOMÍA Y POLÍTICA

Imagen de la autoraDominique Meda realiza una reflexión muy relevante sobre la economía y el papel del estado. A partir del siglo XVIII, la primera se postuló como la solución para resolver la cuestión del vínculo social. Su reto era alcanzar la cohesión social entre individuos que inicialmente no son sociables y se orientan por su propio interés. El homo economicus encuentra su expresión en el individuo racional que se orienta por su propio interés y procura maximizar su utilidad, en el marco de una combinación autorregulada de intercambios. Desconociendo, como señalan Malinowski, Dalton, Polanyi y otros antropólogos, que el hombre con necesidades ilimitadas, impulsado por el afán de lucro y con un deseo natural por disponer de lo escaso, es una entelequia de la ciencia económica.

No obstante, en el siglo XX estos principios son cuestionados por Keynes, quien eleva la economía al rango de la política. Ahora, el Estado se responsabiliza de la función reguladora, pero el bien social continúa siendo la producción. La economía emerge como ciencia objetiva y formalizada matemáticamente orientada a encontrar los medios eficaces para la consecución de un fin nunca discutido: el crecimiento, la producción.

La autora llama la atención sobre la necesidad de reinventar la política. Las cuestiones más apremiantes por resolver hoy en día son las relativas al vínculo social, que no puede ser generado por el intercambio económico, ni por la producción ni por el trabajo, pues éstos corresponden a momentos. El reto de la modernidad es reconocer al individuo, pero a la vez integrarlo en una comunidad de derechos y obligaciones que va más allá del intercambio comercial.

Por ello, más allá de las funciones reguladoras del crecimiento o correctoras de la desigualdad, la función del Estado sería “organizar el espacio público” para facilitarlo a la ciudadanía, para que ésta se exprese, participe en la toma de decisiones públicas, en la elección de una sociedad deseable, vivible; lo que supone recobrar las concepciones de la política y de la ciudadanía de la Antigüedad. Esto implica una concepción diferente del Estado, incluso, distinto al del Estado de Bienestar. Demandaría replantear el lugar que ocupa: 1) la economía. 2) El Estado y 3) los instrumentos, las instituciones y los dispositivos fiscales y sociales.

Esto supone, por un lado, reconocer que el único fin de la sociedad no es el crecimiento económico, sino que pueden existir fines diversos que demandan consideraciones éticas y políticas; lo que implica subordinar la economía a la política –considerarla como instrumento técnico que nos indica cómo producir ciertas riquezas-. Por otro, inventar maneras para ejercitar la participación, revisando cualquier idea de acción del estado.


REFERENCIAS

Meda, D. (1998) El trabajo, un valor en peligro de extinción. Barcelona: Gedisa.



No hay comentarios:

Publicar un comentario