A través de nuestro amigo William López descubrimos a Shoshana Zuboff, socióloga estadounidense que, desde hace muchos años se ha dedicado a desentrañar la lógica del capitalismo actual, tal como en su momento lo hicieron Marx y Weber, entre otros. Su libro La era del capitalismo de la vigilancia, respaldada por cantidad de datos y entrevistas, tiene un formato que combina la rigurosidad propia de una investigación y la libertad de escritura propia del ensayo, aspecto este último que facilita su comprensión y cercanía. Intentamos esbozar algunas de sus ideas para animarlas/os a reflexionar sobre la sociedad que nos están tejiendo.
Una de las ideas centrales de Suboff es que la experiencia humana, traducida en datos de comportamientos, se convierte en la materia prima gratuita del capitalismo de la vigilancia. Si bien algunas compañías la utilizan para mejorar sus servicios, cada vez más es utilizada como como un excedente conductual privativo («propiedad») de las propias empresas capitalistas de la vigilancia para ser empleada en procesos avanzados de inteligencia de máquinas, con los que se producen productos predictivos que prevén lo que cualquiera de nosotros haremos ahora, en breve y más adelante.
Dichos productos predictivos son comprados y vendidos en un nuevo tipo de mercado de predicciones de comportamientos denominado mercados de futuros conductuales: captan nuestras voces, personalidades e, incluso, nuestras emociones. Mientras, los medios de producción están supeditados cada vez más a complejos y exhaustivos «medios de modificación conductual». En la adquisición de este tipo de mercancía se basa la potencialidad y desarrollo del capitalismo de la vigilancia. El que el comportamiento humano se torne en mercancía, traducido en datos conductuales predictivos, abre caminos de persuasión, de estimulación de ciertos comportamientos, de gustos y deseos, además de construcción de relatos que van más allá de la esfera del consumo y de la obtención de resultados rentables en el campo económico, desplegándose en los campos social y de la política.
En este proceso de reorientación desde el conocimiento hacia el poder, emerge una nueva forma de poder denominada por Zuboff instrumentarismo: ya no basta con automatizar los flujos de información referida a nosotros, el objetivo ahora es automatizarnos (a nosotros mismos). “El poder instrumentario conoce el comportamiento humano y le da forma, orientándolo hacia los fines de otros. En vez de desplegar armamentos y ejércitos, obra su voluntad a través del medio ambiente automatizado conformado por una arquitectura informática cada vez más ubicua de dispositivos «inteligentes», cosas y espacios conectados en red” (2020:17).
Arropados por el discurso de la libertad, por la seducción ante las múltiples posibilidades que nos brinda el acceso a las redes, por la ilegibilidad intrínseca de los proceso automatizados y por nuestra propia ignorancia, nos conectamos y vivenciamos intensamente esta experiencia; pero nuestro mundo offline -el que no está en línea- está siendo también expropiado. Todo nuestro comportamiento cotidiano está siendo incautado, cuando nos apoyamos en el GPS’s para desplazarnos a un lugar, cuando aparcamos; todas nuestras conversaciones, acciones y deseos están codificados como nuestros gustos y clips. Es así como nuestras vidas quedan reducidas a códigos de comportamiento que se comercian en mercados futuros conductuales, nuestras experiencias personales son convertidas en medios para los fines de otros, “ahora pagamos por ser dominados”. No somos clientes del capitalismo de la vigilancia, sus verdaderos clientes son los las empresas que comercian nuestros comportamientos futuros.
El capitalismo de la vigilancia es una lógica en acción y no una tecnología, por lo cual la lucha no debe enfocarse contra la tecnología en sí misma sino en contra del accionar de la misma, en la naturalización de que este hecho no tiene salida, que dicho accionar es inevitable. Es así como Zuboff lamenta cómo hace unas pocas décadas la sociedad estadounidense denunciaba las técnicas de modificación masiva de la conducta por considerarlas amenazas inaceptables a la autonomía individual y al orden democrático. Ahora la oposición se ha silenciado, nos hemos rendido, hemos naturalizado que es una condición propia de la tecnología y que no hay espacio para la política, para soñar en qué sociedad queremos vivir y cómo hacer uso de dicha tecnología.
Se impone el poder instrumentario manifestado en forma de una infraestructura computacional ubicua, sensitiva e interconectada en red que la autora llama el Gran Otro.
En próximas entradas ahondaremos en algunos de los conceptos y reflexiones expuestos por Shoshana Zuboff, quien desentraña los dispositivos tecnológicos y de poder que conforman el capitalismo de la vigilancia, convirtiéndonos en una gran colmena controlada y totalmente interconectada a la cual sucumbimos. No obstante, hay salida.
BIBLIOGRAFÍA
Zuboff, Shoshana, 2020. La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. Traducción de Albino Santos PAIDÓS Estado y Sociedad.
Hace falta una reflexión sobre el trabajo, los derechos humanos, el planeta. Mejorar los métodos de aproximación a la realidad. Hay una sociología necesaria. Un lugar de encuentro acerca de métodos de investigación, herramientas conceptuales y resultados de estudios, desde una mirada interdisciplinar. Una ventana para reflexionar realidades no problematizadas. Un espacio de apoyo profesional en métodos, diseño de proyectos de investigación e intervención y asesoría en tratamiento de información.
jueves, 24 de noviembre de 2022
jueves, 10 de noviembre de 2022
BESA LA TIERRA: AGRICULTORES LIBRES DE IMPOSICIONES CONTAMINANTES
Interesados en la lucha contra el calentamiento global, hemos visto el documental “Besa la Tierra: agricultura regenerativa”, dirigido en 2020 por Joshua Tickell y Rebecca Harrell.
Nos parece de gran interés el giro que están dando algunos agricultores de Estados Unidos, que se han planteado renunciar a las formas de cultivo impuestas por las grandes multinacionales de fertilizantes químicos y semillas transgénicas, con el visto bueno de las administraciones públicas del país.
Los protagonistas del documental abogan por la permacultura o agricultura permanente, que se orienta hacia el beneficio presente, pero sin descuidar que la tierra pueda seguir cultivándose en el futuro. Un elemento característico de este enfoque es que tanto seres humanos como plantas y animales conviven buscando una utilidad común.
La clave es aumentar el nivel de carbono de las tierras de cultivo que, además de mejorar la producción, facilita que se produzcan precipitaciones. Aparte de sustitutir los fertilizantes químicos por fertilizantes naturales como el compost o el humus de lombriz, se propone dejar de arar la tierra (o reducir el arado a la mínima expresión). De esta manera, se mantiene la riqueza del suelo en microorganismos. Además, se aboga por el pastoreo sobre las tierras de cultivo, pues la actividad de los rumiantes facilita que la planta libere en el suelo todos sus nutrientes, además de aportar un fertilizante natural a través de sus excrementos.
Que una comunidad de campesinos se haya organizado para romper con elementos impuestos a través de relaciones económicas y políticas estructurales y que, además, lo haga en favor de la conservación de nuestro planeta, es un movimiento social muy valioso.
Nos parece de gran interés el giro que están dando algunos agricultores de Estados Unidos, que se han planteado renunciar a las formas de cultivo impuestas por las grandes multinacionales de fertilizantes químicos y semillas transgénicas, con el visto bueno de las administraciones públicas del país.
Los protagonistas del documental abogan por la permacultura o agricultura permanente, que se orienta hacia el beneficio presente, pero sin descuidar que la tierra pueda seguir cultivándose en el futuro. Un elemento característico de este enfoque es que tanto seres humanos como plantas y animales conviven buscando una utilidad común.
La clave es aumentar el nivel de carbono de las tierras de cultivo que, además de mejorar la producción, facilita que se produzcan precipitaciones. Aparte de sustitutir los fertilizantes químicos por fertilizantes naturales como el compost o el humus de lombriz, se propone dejar de arar la tierra (o reducir el arado a la mínima expresión). De esta manera, se mantiene la riqueza del suelo en microorganismos. Además, se aboga por el pastoreo sobre las tierras de cultivo, pues la actividad de los rumiantes facilita que la planta libere en el suelo todos sus nutrientes, además de aportar un fertilizante natural a través de sus excrementos.
Que una comunidad de campesinos se haya organizado para romper con elementos impuestos a través de relaciones económicas y políticas estructurales y que, además, lo haga en favor de la conservación de nuestro planeta, es un movimiento social muy valioso.
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