El sociólogo del trabajo Carlos Prieto (2000), apoyado en la reflexión de Robert Castel (1977), plantea que el reconocimiento social del trabajo como Empleo está en crisis.
Según este enfoque, la modernidad trajo consigo la glorificación del trabajo, y la construcción de un proyecto social centrado en el trabajo y los trabajadores. Esta fue la respuesta política ante los problemas sociales, económicos y políticos que se pusieron en relieve asociados a la emergencia de la clase obrera a finales del siglo XIX.
En ese contexto, se planteaban dos salidas: las reformas o la revolución. La salida final fue la reforma, la cual supuso reconvertir el trabajo en empleo. Es decir, se produjo la regulación y el control político de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores. Sin ellos no hay empleo. De ahí que empleo sólo existe como norma social e inicia su recorrido histórico cuando el trabajo es regulado políticamente, cuando los trabajadores se toman en serio la centralidad del trabajo.
El empleo supone la regulación de las condiciones de trabajo (tiempo, salarios, seguridad e higiene, derechos ligados a la jubilación, entre otros.) y la integración de la clase asalariada en tanto clase organizada. Supone reconocer el papel público y político de las organizaciones sindicales y el ingreso de la clase trabajadora al escenario político.
En la actualidad, la sociedad de empleo, la sociedad asalariada se desvanece como se desvanece el poder de las organizaciones sindicales, garantes de la regulación del trabajo.
Si partimos del concepto de empleo como trabajo regulado, no son empleo los trabajos precarios, parciales o ligados a cadenas de subcontratación, distantes de unas condiciones de trabajo dignas.
REFERENCIAS
Castel, R. (1977) Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Buenos Aires: Paidós.
Prieto, C. (2000) Trabajo y orden social: de la nada a la sociedad de empleo (y su crisis), Política y Sociedad, nº 34, Mayo-Agosto.
Según este enfoque, la modernidad trajo consigo la glorificación del trabajo, y la construcción de un proyecto social centrado en el trabajo y los trabajadores. Esta fue la respuesta política ante los problemas sociales, económicos y políticos que se pusieron en relieve asociados a la emergencia de la clase obrera a finales del siglo XIX.
En ese contexto, se planteaban dos salidas: las reformas o la revolución. La salida final fue la reforma, la cual supuso reconvertir el trabajo en empleo. Es decir, se produjo la regulación y el control político de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores. Sin ellos no hay empleo. De ahí que empleo sólo existe como norma social e inicia su recorrido histórico cuando el trabajo es regulado políticamente, cuando los trabajadores se toman en serio la centralidad del trabajo.
El empleo supone la regulación de las condiciones de trabajo (tiempo, salarios, seguridad e higiene, derechos ligados a la jubilación, entre otros.) y la integración de la clase asalariada en tanto clase organizada. Supone reconocer el papel público y político de las organizaciones sindicales y el ingreso de la clase trabajadora al escenario político.
En la actualidad, la sociedad de empleo, la sociedad asalariada se desvanece como se desvanece el poder de las organizaciones sindicales, garantes de la regulación del trabajo.
Si partimos del concepto de empleo como trabajo regulado, no son empleo los trabajos precarios, parciales o ligados a cadenas de subcontratación, distantes de unas condiciones de trabajo dignas.
REFERENCIAS
Castel, R. (1977) Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Buenos Aires: Paidós.
Prieto, C. (2000) Trabajo y orden social: de la nada a la sociedad de empleo (y su crisis), Política y Sociedad, nº 34, Mayo-Agosto.
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