Hace pocos días se produjo la huelga general del 14-D en
Grecia, Italia, Portugal y España. Desde Sociología Necesaria hemos apoyado
esta primera huelga general internacional.
Para entender cómo los pueblos
están representando la crisis, resulta de interés la lectura del artículo “Del consumismo a la culpabilidad: en torno a los efectos disciplinarios de la crisis económica”, escrito por Luis Enrique Alonso, Carlos Fernández Rodríguez
y Rafael Ibáñez Rojo, de la Universidad Autónoma de Madrid. Aunque el artículo
está publicado en 2010, cuando la crisis llevaba dos de los cuatro años con los
que (al menos) cuenta hasta ahora, el análisis y los temas planteados ilustran una reflexión
en torno a esa representación.
En primer lugar, destacar que,
según el estudio cualitativo de estos tres autores, los españoles están interpretando
la crisis desde una proyección a los individuos de los hechos económicos y
políticos acaecidos en estos años. Culpan de la crisis al creciente consumismo de
la población española (o de “los otros”, como los autores observan) negando las
verdaderas causas (globales) que generaron estos hechos: la crisis financiera
que se originó en EE.UU. como ruptura de una burbuja inmobiliaria, y que tuvo su
réplica, con mayor o menor intensidad en las economías de otros países de Norteamérica y Europa.
En esta culpabilización ante la
crisis, los españoles hablan de irresponsabilidad moral. Se autoflajelan con el
estigma de sí mismos como “pueblo incontrolado y sin disciplina”. En el discurso tanto de las clases medias y
altas, como de la clase obrera, predomina un enfoque tradicional y
despolitizado: las pocas soluciones planteadas pasan por la modificación del
comportamiento de los individuos o de las familias, sin referencias a un cambio político colectivo que enfrente las fallas del sistema económico actual.
Sin duda, estos elementos
encontrados por los autores, fueron el caldo de cultivo para la mayoría
absoluta lograda por el PP a finales de 2011. El cemento político en el que se
está apoyando la apuesta por el desmantelamiento del estado del bienestar, que
se vive actualmente en España.
El estudio, lógicamente, no puede
abordar los cambios que el surgimiento del “movimiento indignado” a partir de
Mayo de 2011, han supuesto en la conciencia de los españoles. Pero mucho
trabajo les resta a este tipo de propuestas alternativas para la desarticular
el discurso de esa mayoría que lee la crisis desde el “hemos vivido por encima
de nuestras posibilidades”.
Un
discurso crítico y colectivo que pueda crecer en la conciencia de la ciudadanía española, ha de enfrentarse a esta individualización. Una individualización que se ha
desarrollado durante veinte o treinta años a la sombra, eso sí, del auge de la
sociedad de consumo.
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